Las primeras herejías negaron la humanidad verdadera de
Jesucristo más que su divinidad. Desde la época apostólica, la fe cristiana
insistió en la verdadera encarnación del Hijo de Dios, pero desde el siglo III
la Iglesia tuvo que ampliar esta afirmación para indicar que Jesucristo es Hijo
de Dios por naturaleza y no por adopción.
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