SEMINARISTAS DE LA GUAJIRA, PRESTOS PARA LA GRAN MISIÓN
DIOCESIS DE RIOHACHA SEMINARISTAS
miércoles, 5 de diciembre de 2012
jueves, 18 de octubre de 2012
miércoles, 3 de octubre de 2012
SABIAS QUE...
Las primeras herejías negaron la humanidad verdadera de
Jesucristo más que su divinidad. Desde la época apostólica, la fe cristiana
insistió en la verdadera encarnación del Hijo de Dios, pero desde el siglo III
la Iglesia tuvo que ampliar esta afirmación para indicar que Jesucristo es Hijo
de Dios por naturaleza y no por adopción.
domingo, 23 de septiembre de 2012
MENSAJE DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI AL ARZOBISPO DE BOGOTÁ, CON OCASIÓN DE LA CONMEMORACIÓN DEL CENTENARIO DE LA CARTA ENCÍCLICA LACRIMABILI STATU INDORUM DE SAN PÍO X , 18.09.2012
Me ha alegrado saber que en Colombia se ha programado este
año celebrar el centenario de la Carta encíclica Lacrimabili statu indorum
firmada, el 7 de junio de 1912, por mi predecesor san Pío X, y me complace en
esta fausta circunstancia enviarle a usted y a todas las Iglesias particulares
de esa amada Nación mi cordial saludo en el Señor.
El mencionado documento, en continuidad con la Carta
encíclica Inmensa pastorum, del Papa Benedicto XIV, había puesto de manifiesto
la necesidad de trabajar más diligentemente por la evangelización de los
pueblos indígenas y la constante promoción de su dignidad y progreso.
El recuerdo de este magisterio es una ocasión extraordinaria
que se nos ofrece para continuar profundizando en la pastoral indígena y no
dejar de interpretar toda realidad humana para impregnarla de la fuerza del
Evangelio (cf. Pablo VI, Exh. apostólica Evangelii nuntiandi, 20). Así es, la
Iglesia no considera ajena ninguna legítima aspiración humana y hace suyas las
más nobles metas de estos pueblos, tantas veces marginados o no comprendidos,
cuya dignidad no es menor que la de cualquier otra persona, pues todo hombre o
mujer ha sido creado a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1, 26-27). Y
Jesucristo, que mostró siempre su predilección por los pobres y abandonados,
nos dice que todo lo que hagamos o dejemos de hacer «a uno de estos mis
hermanos más pequeños», a Él se lo hacemos (cf. Mt 25, 40). Nadie que se
precie, pues, del nombre de cristiano puede desentenderse de su prójimo o
minusvalorarlo por motivos de lengua, raza o cultura. En este sentido, el mismo
apóstol Pablo nos ofrece la oportuna luz al decir: «Todos nosotros, judíos y
griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para
formar un solo cuerpo» (1 Co 12, 13).
Con vivos sentimientos de cercanía a esos pueblos, me uno de
buen grado a cuantos, alentados por los mensajes de mis predecesores en la
Cátedra de san Pedro, están llevando a cabo una benemérita obra en su favor,
ven con gozo las gracias que cada día comparten con ellos y se empeñan con
valentía en seguir acompañándolos con miras a la construcción de un futuro
luminoso y esperanzador para todos.
En este quehacer nos sirven de modelo el arrojo apostólico
de insignes obispos, como Toribio de Mogrovejo o Ezequiel Moreno, la caridad
sin fisuras de religiosos como Roque González de Santa Cruz o Laura Montoya, y
la sencillez y humildad de laicos tan ejemplares como Ceferino Namuncurá o Juan
Diego Cuauhtlatoatzin. No podemos olvidar tampoco las numerosas congregaciones
e institutos de vida religiosa que nacieron en el continente americano para
afrontar los desafíos de esta misión. Y cómo no recordar en este mismo contexto
el testimonio preclaro y las significativas obras apostólicas emprendidas por
tantos hombres y mujeres que, con gran espíritu de comunión y colaboración
eclesial, se entregaron denodadamente a llevar a estas gentes el nombre de
Jesucristo, valorando aquello que les es propio, para que en el Evangelio
descubrieran la vida en plenitud a la que siempre habían tendido.
Deseo exhortar a todos a considerar esta efeméride como un
momento propicio para dar un nuevo impulso a la proclamación del Evangelio
entre estos queridos hermanos nuestros, incrementando el espíritu de mutua
comprensión, de servicio solidario y de respeto recíproco. Al abrirse a Cristo,
ellos no sufren detrimento alguno en sus virtudes y cualidades naturales, antes
bien la obra redentora las vigoriza, purifica y consolida. En su divino
Corazón, podrán encontrar una fuente viva de esperanza, fuerzas para afrontar
con tenacidad los retos que tienen planteados, consuelo en medio de sus
dificultades e inspiración para descubrir los caminos de superación y elevación
que están llamados a transitar. Al anunciarles el mensaje salvador, la Iglesia
sigue el mandato de su Fundador, y en él se fundamenta para secundar los
genuinos anhelos de estos pueblos, a menudo truncados por la frecuente falta de
respeto hacia sus costumbres, así como por escenarios de migración forzada,
violencia inicua o serios obstáculos para defender sus reservas naturales.
Con hondo amor hacia todos, y en consonancia con la doctrina
social de la Iglesia, invito a escuchar sin prejuicios la voz de estos hermanos
nuestros, a favorecer un verdadero conocimiento de su historia e idiosincrasia,
así como a potenciar su participación en todos los ámbitos de la sociedad y la
Iglesia. La actual coyuntura es providencial para que, con rectitud de
intención y configurados a Jesucristo, Camino, Verdad y Vida para todo el
género humano, crezca entre los pastores y fieles el deseo de salvaguardar la
dignidad y los derechos de los pueblos originarios y éstos a su vez estén más
dispuestos a cumplir con sus deberes, en armonía con sus tradiciones
ancestrales.
Suplico al Omnipotente que, ante todo, sea tutelado el
carácter sagrado de su vida. Que por ningún motivo se coarte su existencia,
pues Dios no quiere la muerte de nadie y nos ordena amarnos fraternamente. Que
sean protegidas debidamente sus tierras. Que nadie, por causa alguna,
instrumentalice o manipule a estos pueblos, y que éstos no se dejen arrastrar
por ideologías que los atenacen nocivamente.
Como prenda de copiosos dones celestiales, y a la vez que
invoco la poderosa intercesión de María Santísima, Madre del Creador y Madre
nuestra, sobre todos los que participan en las diferentes iniciativas previstas
para conmemorar el centenario de la Carta encíclica Lacrimabili statu indorum,
imparto a todos una especial Bendición Apostólica, que ayude a los pueblos
indígenas a sentir cada vez más la Iglesia como casa para madurar en todo
aquello que los enaltezca moral y religiosamente y como hogar de comunión para
vivir auténticamente y unidos a Cristo su condición de hijos de Dios.
Vaticano, 15 de junio
de 2012
BENEDICTUS PP. XVI
sábado, 15 de septiembre de 2012
NUESTRA SEÑORA DE LOS REMEDIOS
"En el año de 1673, varios vecinos de nuestra villa
llevados de su fervorosa devoción a Nuestra Señora, con el referido título de
los Remedios y su devota Imagen que se venera en la expresada Ermita,
establecieron una Hermandad cuyos estatutos se reducen a excitar esta propia
devoción y atraerse las bendiciones del Cielo por la intervención de María
Santísima Madre de Dios".
De esta manera se recoge el nacimiento de la Hermandad, hace
327 años. Con posteridad a su establecimiento se publicaron varias Reales
órdenes que obligaban a las Hermandades a la aprobación de sus reglas para
poder subsistir. Por este motivo el 23 de Julio de 1789 se presentó ante el
Consejo del Rey Don Juan Carlos el Pedimento elevado por Antonio Bustillo de
Cevallos, en nombre de Don Tomás Gonzalo de Saavedra, hermano diputado de la
hermandad; siendo otorgada en Madrid el 23 de Junio de 1970.
En ellas se ordenaba que cada año la fiesta a la soberana
Reyna de los Angeles María Stma. de Los Remedios se celebrase en el día 17 de
Septiembre, y cuando no fuera festivo el domingo inmediato siguiente, "...
con primeras vísperas, Misa Solemne, tercia, sermón y procesión, que ande ir
desde la Iglesia de ínclito Mártir Señor San Sebastián, patrono de esta villa,
hasta la plaza de ella y a de volver por el Arrabal hasta dicha Iglesia, y por
este efecto y acompañamiento de esta gran Señora y celebidad de su Divino
Culto, asistirán todos los eclesiástico, Sacerdotes y Capellanes de esta
Villa.", y continúa, "... para ello traiga la música que más a propósito
hallare y se cuelgue la Iglesia con toda decencia, y adorno y se repique ocho
días antes de la celebración de esta fiesta". A esta fiesta le seguirá la
celebración de una Octava.
Y finalizamos con la contribución de los hermanos,
"Cuatro reales en cada un año, un real de luminarias y reconocimientos
pagados por el mes de agosto de cada año para la fiesta de esta gran
señora".
En el año 1991 cuando las autoridades eclesiásticas
diocesanas promulgan un Decreto por el que la Stma. Virgen de los Remedios es
nombrada Patrona de Mairena.Con este hecho se reconocía la profunda devoción y
cariño que los maireneros habían demostrado, durante siglos a su Protectora y
Reina.
martes, 11 de septiembre de 2012
SIMBOLOS DE NUESTRA DIOCESIS
un cactus en sinople que simboliza la belleza del
desierto. En la Parte superior derecha una estrella de oro
de siete puntas, para simbolizar la presencia de Nuestra Señora la Virgen en la
obra evangelizadora de la Guajira.
En el medio, se ven cuatro montañas: una en plata, aislada,
que simboliza la blancura de la sal, tres en cordillera, (sable, sinople y
plata), para simbolizar la riqueza y variedad climática de la Guajira con el
carbón, las serranías y la sierra nevada.
En la parte inferior en azuL, el mar que se presenta a los
ojos del Guajiro invitándolo a abrirse a la gracia.
El escudo lleva por timbre una cruz de madera al natural.
Como la Diócesis hace presente en sí misma a la Iglesia
Universal, se identifica con la Bandera Pontifica, que se presenta en colores
blanco y amarillo.
El color blanco de la bandera significa el cielo y la Gracia
de Cristo que recibimos a través de los tres poderes de jurisdicción de la
Iglesia que son: santificar, enseñar y regir. En el color blanco se encuentra
las llaves del reino de los cielos.
El color amarillo está asociado con las llaves de oro, que
son el símbolo de San Pedro y de la suprema autoridad del Santo Padre. Las
llaves designan el poder de jurisdicción conferido a San Pedro.
MISIÓN Y VISIÓN
MISIÓN
La Diócesis de Riohacha,
existe para evangelizar, anunciando de todas las formas posibles la Palabra y
el amor de Dios por cada ser humano; Él santifica a sus fieles, a través de la
celebración de los sacramentos que nos ha confiado, con los cuales pretendemos
ayudar a todos los que encontramos en necesidad espiritual o material.
VISIÓN
Todos los miembros de la
Diócesis de Riohacha, en cabeza de nuestro Obispo y los Presbíteros, Diáconos,
Consagrados, Delegados Pastorales, Movimientos Apostólicos y Laicos en general,
estamos llamados a la santidad, pretendiendo ser discípulos y misioneros de
Jesucristo.
Nos proponemos asumir el
Sistema Integral de Nueva Evangelización, para ponernos en camino y así
dinamizar todo el trabajo Pastoral.
Nuestra meta es llegar a la
práctica del amor cristiano en su doble dimensión “Dios y el Prójimo”,
conscientes de que la conversión es una de nuestras tareas cotidianas.
Hacemos presente en el
territorio Diócesano de la Iglesia Universal, por lo que estamos abiertos a la
colaboración mutua entre las Iglesias Particulares de Colombia y el Mundo.
OBISPO
MONSEÑOR HÉCTOR SALAH ZULETA
VICARIO GENERAL Y DE
PASTORAL
P. DIEGO ALBERTO SILVA
ECHEVERRI
CANCILLER
P. ADOLFO DELPORTILLO PINTO
RESPONSABLE DEL SINE
P. SAMUEL CHAVARRO COLLAZOS
P. HERNANDO JOSÉ BADEL
GUZMÁN
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